Por qué nos sentimos insignificantes: 5 causas clave y cómo superarlas

¿Os sentís insignificantes? Descubrid cómo cambiar vuestra forma de pensar y encontrar vuestro valor a través de la conexión con los demás y la comprensión de vuestras emociones.

Por qué nos sentimos insignificantes: 5 causas clave y cómo superarlas

Qué ocurre en nuestra cabeza cuando sentimos que nadie nos quiere y que no le importamos a nadie.

¿Cómo darse cuenta de que las cosas no van tan mal?

Pensamientos y emociones

Detrás de frases como «nadie me quiere» o «no le importo a nadie» suele esconderse la inseguridad. Estos pensamientos activan el miedo a la soledad, un mecanismo ancestral que en su día nos salvaba la vida: ser expulsado de la tribu significaba morir.

Este mecanismo se ha ido forjando a lo largo de toda la evolución del Homo sapiens —unos 300.000 años—. No va a desaparecer, y nos conviene entender cómo funciona para no confundir señales de alarma primitivas con la realidad.

En el mundo actual, rara vez estamos verdaderamente solos: chateamos por WhatsApp, pedimos comida a domicilio, interactuamos con decenas de personas cada día. La frontera entre la presencia física y el contacto digital se difumina, y nuestro cerebro aún no ha tenido tiempo de adaptarse.

Los estudios lo confirman: la oxitocina se libera intensamente cuando estamos con personas cercanas y nos sentimos a salvo. Las videollamadas también funcionan —aunque con menos fuerza que el contacto en persona—, pero lo suficiente como para reducir la sensación de aislamiento.

Por qué ocurre esto

El cerebro escanea constantemente el entorno y se fija en las amenazas. De mil interacciones agradables, se queda enganchado a la única que salió mal: es lo que se llama sesgo de negatividad (negativity bias). Este mecanismo ayudaba a nuestros antepasados a reaccionar al instante ante un depredador: luchar, huir o quedarse inmóvil.

Hoy ya no hay leones al acecho, pero ese potente sistema de defensa sigue ahí. Encuentra nuevos motivos de alarma: un mensaje sin leer se convierte en «me están ignorando», una pausa en la conversación en «no les intereso».

Un truco sencillo ayuda a gestionarlo: separad los sentimientos de los hechos. Preguntaos: «¿Qué estoy sintiendo exactamente? ¿Qué pruebas tengo?»

Errores de pensamiento

Si os invade la soledad, parad un momento y preguntaos: «¿Por qué pienso esto?» A menudo descubriréis que los sentimientos no se corresponden con la realidad. Confundimos la falta de contacto en este momento con una soledad absoluta. Es una trampa cognitiva, no un hecho.

Cómo cambiar la situación

Buscad el contacto de forma activa. No esperéis a que os encuentren: conoced gente nueva, probad cosas diferentes. Cada interacción, aunque sea incómoda, amplía vuestro abanico de posibilidades.

Bajad las expectativas. La vida no es una película en la que los amigos aparecen solos. Las relaciones requieren esfuerzo por ambas partes.

Revisad vuestras etiquetas. Si os habéis convencido de que sois «el borde del grupo», los demás lo perciben y reaccionan en consecuencia. Probad un nuevo modelo de comportamiento.

Permitíos equivocaros. Rara vez nos arrepentimos de lo que hicimos. Mucho más a menudo, de lo que no intentamos.

Recordad vuestro valor. Aunque no veáis cómo influís en los demás, eso no significa que no lo hagáis.

Conclusión

El sentimiento de no ser necesario es casi siempre un error de pensamiento, no un reflejo de la realidad. En un mundo de mensajería instantánea y videollamadas, el aislamiento total es una rareza.

Aprovechad este tiempo: desarrollad habilidades, encontrad aficiones, salid a buscar a la gente. Todos queremos querer y ser queridos, y cada uno de nosotros lo merece.